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Quiere acercarse

Parte de querer tender puentes con la Iglesia, es también escucharla.
Le dejamos este espacio a Hugo,
nuestro cura amigo cuyo apoyo fue siempre incondicional,
para que sea la voz
de una Iglesia que busca de corazón
encontrarse con nosotros.
 

DEL CAMINO

Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo –Bartimeo, un mendigo ciego– estaba sentado al borde del camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!». Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten piedad de mí!». Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo». Entonces llamaron al ciego y le dijeron: «¡Animo, levántate! El te llama».
Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él. Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?. El le respondió: «Maestro, que yo pueda ver». Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado». En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino. (Mc.10,46-52)

Una de las cosas que más me maravillan de Dios es ver cómo siempre me sorprende. Tengo poco más de 60 años de edad y, poco más de 35 años de cura, y sin embargo, como dice la lectura del Evangelio, me llama del “borde del camino” y me invita a “ver” para que otros puedan “ver”. Esta es mi experiencia del año y medio en el que vengo trabajando y acompañando al grupo “Centurión”. “Ver” para poder “llamar” a otros que están “al borde del camino” y ponerlos en el “centro”; que significa decirle, “sos digno/a”, “sos hijo/a de Dios”, “sos normal”, “sos iglesia”, porque sos una persona capaz de amar a otra persona y comprometerte con ella. 

Creo que, como Iglesia no podemos permanecer “al borde del camino”, sin “ver”. Jesús nos llama para que “veamos”, y como dice el Evangelio, “comenzó a ver y lo siguió por el camino”.

“Seguirlo por el camino” es “ver” a quienes están al borde de todos los caminos del mundo. Y gritan porque le duele su dolor, gritan pidiendo un trozo de luz. 

Pero los gritos del ciego molestan. El ciego grita, la gente trata de hacerlo callar, la gente y nosotros, todos los que hemos aprendido a guardar las formas frente a Dios, los que hemos aprendido a modelar todos los excesos, los que creemos en un Dios a imagen de nuestra tibieza, un Dios que está en las alturas pero ya no pasa por nuestras vidas, ya no nos atrae para ir más allá de nosotros mismos. ¿Cómo es posible estar al lado de Jesús y no darse cuenta de la cantidad de gente que no ha tenido la posibilidad de sacudirse la tristeza? ¿Cómo se nos puede llenar la boca diciendo que somos cristianos comprometidos si nos molestan los gritos de los ciegos, de los que mendigan dignidad, libertad y salvación? 

Sin embargo, el oído de Jesús, más atento oyó el grito creciente, perturbador de Bartimeo 'y mandó que lo llamasen'; que aquellos mismos que lo querían hacer callar le diesen la 'buena noticia! que el Maestro lo llamaba. Desde ese mismo momento la esperanza se impuso dentro de aquel pobre ciego: ‘soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús'. Dio el salto a la vida y se acercó a la fuente de la luz. Jesús viene a recuperar, a reincorporar, a devolverles a todos el vivir con la dignidad de hijos por el camino de la vida. Esa es nuestra tarea y misión, rescatar a tantos marginados que esta sociedad deja al borde de camino. 

Escuchando y compartiendo el testimonio de muchos que viven esta realidad, “veo” la importancia de crear espacios en el “centro del camino” para que, quien se acerca se sientan abrazados, reconocidos y valorados. Y esto es lo que vivo cada vez que nos reunimos. Es Evangelio Vivo; es poder decirle: “sos una Buena Noticia”.

Siento, a esta altura de mi vida, que Dios me invita a “saltar del borde del camino” y a “soltar el manto”. Me invitá a llamar a otros “Bartimeo” que caminan junto a mi para que les diga, como Jesús le dice al ciego: «Tu fe te ha salvado». Pero, no es la fe en un credo, no es la fe en un discurso teológico. Es la fe existencial: la de la debilidad que se muestra sabiendo que siempre responderá Dios. Es la fe de la debilidad: la del único poder que tenemos frente a Dios.

Jesús sigue pasando, y no puedo hacerme el desentendido.

AL BORDE

¿"Centu" es un grupo profético?

¿Por qué creo que "el Centu" es un grupo profético?
La historia de cada profeta, es, en primer lugar, una historia de alcance y rendición. Por eso a todos ellos les cuadra el calificativo de "alcanzados".

La Palabra de Dios los “alcanza”, se les impuso, se apoderó de ellos y se instaló en sus entrañas. El profeta es un hombre que da testimonio vivo de Dios.

La experiencia profética trae consigo una alteración, el Profeta es un hombre alterado. Ahora siente, ve, oye, se comunica desde Otro, con otra mirada, otro oído, otra voz.
   
En el profeta se da una especie de asimilación de la vida emocional de Dios, se trata de una simpatía (empatía, diríamos hoy), de una identificación emocional con el sentir y el querer de Dios.

Eso los lleva a conocer de otra manera y a hablar del conocimiento de Dios en términos que a nosotros nos resultan sorprendentes. 

Su misión consiste, fundamentalmente, en hablar en nombre de Otro y comunicar una Palabra con un contenido frecuentemente “diverso”, a un pueblo de corazón endurecido y resistente. No habla desde el poder de la institución, sino desde la debilidad del carisma; representa la preponderancia del individuo dominado por Dios, frente a todo sistema de posesión de lo divino. Sólo cuentan con un instrumento: la Palabra.
No escapan del conflicto. 
La palabra “no”, firmemente opuesta a la fuerza, posee un poder misterioso que le viene del fondo de los siglos. Todas las grandes personalidades espirituales de la humanidad han dicho 'no' al César, desde Antígona a Juana de Arco. Los esclavos dicen siempre ‘sí’. (A. Malraux)    
Valdría la pena reflexionar sobre el 'no' al César de turno, que traería consigo nuestro “sí” al Evangelio, y experimentar la fuerza que nos supone el contar en nuestro tiempo con personalidades del 'no'. 
Para ser profeta (o aprendiz de profeta, podríamos añadir nosotros) hay que estar también un poco loco, con aquella locura de que nos habla el poeta árabe:
"Ellos me dijeron: Te has vuelto loco a causa de Aquel a quien amas. Yo les contesté: El sabor de la vida es sólo para los locos."
Todo lo anterior, es una síntesis de un artículo mucho más extenso, del cual, transcribí aquellas ideas que me parecían podían iluminar mi respuesta a la pregunta que está como título. 
Muchas veces hemos reducido la misión del profeta a la “denuncia”, perdiendo de vista que la “denuncia” es la consecuencia del “anuncio”; “anuncio”, que consiste en volver a recordar cuál es el verdadero “sentir de Dios”. Cuando el artículo usa el concepto de “alterado”, me está hablando de un “alter”, de un “otro”. Por eso, su “anuncio – denuncia” trae: luz, verdad, claridad, transparencia. Y acá es donde, personalmente veo y descubro “lo profético del Centu”. Anuncia, pone a la luz, transparenta, el “sentir de Dios”, la Buena Noticia de Jesús: “toda persona es digna”. 
¿Porqué puedo afirmar esto? Por los “frutos”. 
Gente que vuelve a creer en ellas y en su dignidad; gente que recupera su confianza en un Dios que lo ama siendo quien es (sin rótulos ni exigencias de cambio; tan sólo, confiar en Él); gente que descubre que puede recuperar un lugar de pertenencia sin sentirse juzgado; gente que es abrazada y recibida; gente que se anima a hablar; gente que se anima a construir un proyecto de amor comprometido con otra persona (sin sentirse mal, al contario, sintiendo que puede realizarse como persona); gente que puede vivir y celebrar su fe en comunidad (sea cual sea la religión con la cual se identifica); gente que, por años vivió oculta, y ahora, ya grandes, encuentra esa libertad de “poder ser”; gente que es valorada y acompañada en sus tiempo, sobre todo, en los interiores (su proceso es personal, nadie los apura); gente que tiene derechos; gente que puede “visibilizarse”, sentirse “orgullosa”; y así, sigue la lista de lindas experiencias que, este tiempo de “el Centu” me está regalando. “SI” al Evangelio. Sencillamente, gracias. Hugo.

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